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BREVE HISTORIA DE LA MUSICA EN EL CULTO

BREVE HISTORIA DE LA MUSICA EN EL CULTO

Para comprender la importancia de la música en el culto cristiano, tendremos que ver los antecedentes de la misma Iglesia y, puesto que los primeros cristianos fueron judíos, debemos considerar, aunque muy brevemente, la
música en el culto judío. Para ello nos valdremos del testimonio bíblico en el Antiguo Testamento.
La música en el culto judío.
Las primeras menciones de cantos en la Biblia, aparecen en el libro del Éxodo. Justo después de cruzar el Mar Rojo huyendo del ejército egipcio, aparecen dos cánticos: el de Moisés; y el de su hermana Miriam. Son cantos de alabanza a Dios por la grandeza de su obra de liberación de Israel del yugo egipcio. Más adelante aparece otro cántico de Moisés. Esta vez exhorta al pueblo a obedecer la Ley de Dios, y les recuerda todas las veces que no lo hicieron, a pesar de la bondad de Dios hacia ellos.
No tenemos más referencias al uso del canto hasta el tiempo de los Jueces, cuando Débora alaba a Dios por la victoria sobre Sísara y su ejército. También se narra como la hija de Jefté sale a recibir a su padre victorioso con “…panderos y danza”. Después hay que esperar hasta los tiempos de David para encontrar nuevas referencias al uso de la música y el canto en la alabanza a Dios.
El libro de Crónicas describe con considerable detalle cómo David organizó el ministerio musical de  los Levitas. Para el propósito de nuestro estudio, nos limitamos a un resumen breve de esos rasgos que son relevantes para el
ministerio de la música hoy.
Según el primer libro de Crónicas, David organizó el ministerio de música en tres fases.
1) Primero,   él ordenó a los jefes de las familias Levitas que formaran una orquesta y un coro para acompañar el transporte del arca a su tienda en Jerusalén (1 Crónicas 15:16-24).
2) La segunda fase ocurrió luego de que el arca había sido ubicada seguramente en su tienda en su palacio (2 Crónicas  8:11). David hizo arreglos para que se tocase música coral en forma regular en el momento de las diarias ofrendas sobre el altar con  coros en dos lugares diferentes (1 Crónicas 16:4-6, 37-42). Un coro actuaba bajo la dirección de Asaf frente al arca en Jerusalén (1 Crónicas 16:37), y el otro bajo la dirección de Hemán y  Jedutún frente al altar en Gabaón (1 Crónicas 16:39-42).
3) La tercera fase en la organización que hizo David del ministerio musical ocurrió al final del reino de David cuando el rey planificó un servicio de música más detallado que se realizaría en el templo que Salomón construiría (1Crónicas 23:2 a 26:32).
David estableció un grupo de 4,000 Levitas como actores potenciales (1 Crónicas 15:16; 23:5). De este grupo él formó un coro profesional de Levitas de 288  miembros. Los músicos Levitas sumaron más del diez por ciento de los
38.000 Levitas. Algún tipo de examen probablemente fue necesario para el proceso de selección, ya que la habilidad musical no siempre se hereda.
El propio David estaba involucrado junto con sus oficiales en el nombramiento de veinticuatro líderes de  los vigilantes, cada uno de los cuales tenía doce músicos haciendo un total de 288 músicos (1 Crónicas 25:1-7). Éstos por turnos eran responsables por el resto de la selección de los músicos.
La música en la Sinagoga.
La adoración a Dios en la Sinagoga es muy diferente a la del Templo. El culto en la Sinagoga se centra en las oraciones y la lectura y comentario de las Escrituras.
La diferencia en la función entre el Templo y la sinagoga se refleja en los papeles diferentes que la música jugó en estas dos instituciones:
Mientras la música del Templo era predominantemente vocal, con instrumentos de cuerdas para ayudar al canto, la música de la sinagoga era exclusivamente vocal, sin acompañarse con algún instrumento.
En el Templo el ministerio musical estaba en las manos de músicos profesionales. Su música coral era un accesorio al ritual sacrificial. Se puede decir que la música era “centrada en los sacrificios”. La participación de la
congregación estaba limitada a las respuestas afirmativas como “Amén” o “Aleluya.”
Por contraste, en la sinagoga el servicio, incluso la música, estaba en las manos de personas laicas y la música estaba “centrada en la Palabra”.
Poca evidencia sugiere que alguna vez se usaran instrumentos musicales en el servicio de la sinagoga. Sabemos que después de la destrucción del Templo en el año 70 d. C., el único instrumento utilizado en el servicio de la sinagoga era el shofar. La razón se debía en parte a la hostilidad de los Fariseos a la música instrumental, y en parte debido al luto profundo por la pérdida del Templo y la tierra, y la desaparición de las funciones leviticas, incluyendo la provisión de música pare el santuario.
La exclusión de los instrumentos de culto judío permaneció efectiva durante muchos siglos. Sólo después de la pérdida de poder político por los rabinos en el siglo diecinueve, fue posible que la música instrumental apareciera nuevamente en la sinagoga; aunque la exclusión todavía permanece donde, como en el Israel de hoy, los rabinos ortodoxos retienen algún poder.
El canto en la adoración también era utilizado fuera de la sinagoga. En reuniones familiares y de amigos, durante las comidas de celebración de las distintas festividades, como la Pascua, también se acostumbraba a cantar algún
“himno” o salmo, generalmente uno o más de los conocidos como “Hallel”. Un ejemplo de este uso lo encontramos en los evangelios en el pasaje de Mateo, y su paralelo en Marcos, donde se narra la institución de la Cena del Señor.

Los judíos se reunían en la sinagoga de manera bastante informal para orar, leer y cantar las Escrituras. Para ellos, la música no era un fin en sí mismo, sino un medio de alabar al Señor cantando Su Palabra y así conocer Su deseo revelado.
La música en la iglesia cristiana primitiva.
No hay muchas referencias a la música en el Nuevo Testamento y, mucho menos, a algún grupo especializado encargado de la música en la adoración. Sin embargo, ninguno de los pasajes que se refieren a la música aclara el papel que ésta jugó en los servicios de la iglesia durante los tiempos del Nuevo Testamento. Esto no es sorprendente, porque los creyentes del Nuevo Testamento no celebraban sus reuniones de adoración de manera muy distinta
de aquéllas de la sinagoga.
Ambas se conducían de manera informal, con laicos dirigiendo la oración, la lectura, el canto, y la exhortación. Las referencias en el Nuevo Testamento a las reuniones de adoración reflejan en gran parte las formas del culto en la
sinagoga. La diferencia fundamental entre los dos era la proclamación mesiánica sólo presente en el culto cristo.
No obstante, es necesario mencionar algunas referencias a la música o a distintos instrumentos musicales en el Nuevo Testamento. Los cristianos del primer siglo cantaron salmos, himnos y cánticos espirituales. Unos pocos
pasajes en el Nuevo Testamento mencionan la música de los cristianos de ese período. Estos versículos están arreglados en orden cronológico:
1. Santiago, uno de los primeros libros del Nuevo Testamento, dijo, “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (Santiago 5:13). Nótese la combinación de orar y cantar aquí y en las
siguientes dos referencias.
2. Pablo y Silas estaban “orando…, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25).
3. Pablo habló de orar y cantar con el espíritu y con el entendimiento (1 Corintios 14:15).
4. Pablo mostró que siempre había sido la intención de Dios que Su pueblo incluyera a los judíos y los gentiles. Usando la cita del Salmo 18:49 (2 Samuel 22:50) él dice, “… Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré a tu nombre” (Romanos 15:9).
5. Los santos en Efeso fueron instruidos a hablarse el uno al otro “… con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efeesios 5:19).
6. A los santos en Colosas se les dijo se enseñaran y exhortaran unos a otros “… cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).

7. En Hebreos 2:12, Jesús es descrito como cantando la alabanza de Dios “… En medio de la congregación” (Hebreos 2:12).
8. Los cristianos a quienes se dirigió en Hebreos, se les dijo que “… ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). El fruto de labios ciertamente podría incluir el cantar.
En cuanto al canto en las reuniones de la iglesia, tenemos en las cartas de Pablo un par de pasajes, muy parecidos entre ellos, que nos dan alguna indicación del uso que de éste se hacía en las reuniones de los grupos cristianos. Hay también referencias al uso del canto y la música en el libro de Apocalipsis, aunque referidas a la alabanza celestial al Cordero en su Reino. Seguramente que en las cartas paulinas los “salmos” se refieren al salterio judío, utilizado habitualmente en la Sinagoga y aceptado por los cristianos.
Hay otras referencias a cánticos propiamente cristianos que exaltan a Jesús y de los cuales también encontramos referencias en las cartas paulinas y otras. Estos son poemas que nos muestran la diferencia esencial entre el canto en la Sinagoga y el de la Iglesia. Mientras el canto sinagogal se centraba en la Palabra, el canto de la Iglesia estaba centrado en Cristo y su obra redentora.
En una carta dirigida al emperador Trajano, Plinio le informa de cómo intentó averiguar qué posibles crímenes cometían los cristianos en sus reuniones.
Interrogó a varias jóvenes diaconisas que, para sorpresa de Plinio, contaron que, entre otras actividades piadosas, “…se reunían regularmente antes del alba para cantar versos alternadamente en honor a Cristo”.
Este fue el patrón del culto cristiano en los primeros tiempos de la Iglesia y hasta, aproximadamente, el siglo cuarto.
Desde la Iglesia Primitiva hasta la Reforma Protestante.
A medida que la Iglesia se extendía por todo el imperio romano, nuevas culturas se iban añadiendo y aportaban sus formas de hacer al culto. Esto trajo dificultades en muchas ocasiones, como podemos ver en las recomendaciones
que el apóstol Pablo hace a la iglesia en Corinto. En cuanto al canto y la música, también se presentaron problemas.
No todas las melodías y formas musicales se consideraron apropiadas al culto.
La situación llegó a ser tal, que Ambrosio, Obispo de Milán entre el 374 y el 397 d. C., consideró necesario hacer una reforma en la música de la liturgia, componiendo y seleccionando melodías apropiadas a ésta.
Nace así el llamado Canto Ambrosiano, congregacional y alternado. El arcaísmo de su salmodia y el repertorio de sus antífonas e himnos señalan en su música una antigüedad venerable, que se conserva todavía en la llamada Liturgia de Milán, de la Iglesia Católica.
La manera ambrosiana del canto eclesiástico perduró durante unos dos siglos, hasta la reforma litúrgica realizada por Gregorio I, el Grande, obispo de Roma entre 590 y 640 d. C. Entre los elementos reformados, estaba la música y la forma de usarla. El canto fue encargado a grupos de cantores especializados, dejando de cantar la congregación. Surge lo que se conoce coma Canto Gregoriano, que ha perdurado hasta nuestros días.
El hecho de fijar la liturgia y el uso de la música y el canto en el culto cristiano, hizo necesario que ésta se ejecutara de la misma manera en todas partes, inventándose una forma de notación musical, precursora de la que hoy
conocemos y utilizamos. Esta forma de canto litúrgico se desarrolló principalmente en las iglesias latinas, mientras que las iglesias orientales mantuvieron y desarrollaron formas musicales con participación de la congregación.
Principalmente utilizaron formas responsoriales en las que un solista cantaba una o varias frases y la congregación respondía a éstas. La música que utilizan conserva formas musicales orientales muy antiguas.

Un toque hispánico.
Una práctica de la antigua iglesia cristiana en la entonces llamada Hispania, es el rito mozárabe, visigótico o hispánico, que se consolidó en torno al siglo VI en la península Ibérica, en el Reino visigodo de Toledo, y practicada hasta el siglo XI, tanto en las áreas bajo dominio cristiano como musulmán durante la ocupación. Al mismo se asocia un tipo de canto denominado canto mozárabe.
Poco se conoce del origen y formación del rito así como del canto asociado; pero claramente se vincula a la expansión del cristianismo en la península Ibérica durante los primeros siglos de nuestra era. La provincia de Hispania fue una de las primeramente cristianizadas en el extremo occidental del Imperio romano.
Los orígenes del Canto Hispánico podemos verlos en los asentamientos hebreos que tuvieron lugar en la península ibérica con la colonización fenicia y sobre todo con la huida de judíos de Roma, debido a las persecuciones ordenadas por Vespasiano, Tito o Adriano entre otros. Estas comunidades judías influyeron notablemente en las primeras comunidades cristianas debiendo destacar el canto de la salmodia y la lectio (lectura de la Biblia).
La importancia que se daba a la música en el Rito Hispánico queda patente en los siguientes fragmentos de Isidoro de Sevilla, quien influyó notablemente en el desarrollo del mismo.
“Ninguna disciplina puede ser perfecta sin la música; sin ella nada existe. Se afirma que el mundo mismo fue compuesto de acuerdo a una cierta armonía de sonidos y que el mismo cielo gira bajo la modulación de la armonía”.
(Etimologías III, 17,1)
Sin embargo el principal documento de San Isidoro en el que nos habla sobre la música de la liturgia hispánica, es su “De ecclesiasticis officiis”.
Resumiendo, podemos decir que el Canto Hispánico también llamado Visigótico-Mozárabe es un tipo de canto religioso monódico, es decir a una sola melodía, principalmente a capella ya que no suele tener instrumentos y si
los tiene estos no interpretan melodía, diatónico ya que no utiliza cromatismos si no escalas formadas por tonos y semitonos y de ritmo no medido ya que no se somete a la rigidez del compás, siendo desarrollado y consolidado entre los siglos VI hasta el XI en España momento en que fue abolida por el rey Alfonso VI a favor del Rito Romano.
Este antiguo rito cristiano hispánico, se ha conservado hasta nuestros días, practicándose en distintas iglesias católicas y evangélicas (Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE).
La música en la Reforma Protestante.
Como se sabe, Lutero era un monje dominico que lidera un movimiento de protesta por la corrupción imperante en la jerarquía papal y los medios que utilizaba para recaudar fondos para la construcción de la basílica de San Pedro
en Roma. Como consecuencia de su protesta fue excomulgado y recibió la protección de varios príncipes alemanes que, además, rechazaban la hegemonía política ejercida por el papado.
Todo esto resultó en la creación de la iglesia llamada luterana que tuvo que crear una nueva forma de culto basado en la misa católica, pero muy distinta de ésta. Una de las características que la diferencian fue el uso de la música en la iglesia. Lutero, músico él mismo, recupera el canto congregacional y compone obras para ser utilizadas en el culto protestante. Su composición más conocida es el himno “Castillo Fuerte es Nuestro Dios” escrito por el mismo Martin
Lutero con ayuda del compositor y cantor Johann Walter. Hasta la actualidad ha sido uno de los himnos favoritos de la tradición luterana. En 1524, Martín Lutero y Johann Walter publicaron el Primer himnario protestante.
En su producción de música para la iglesia, Lutero fue criticado por el uso que hacía de la vieja música profana popular, “mejorándola”. A esas críticas respondía diciendo que “…son melodías muy bellas para dejarlas en manos de Satanás”. Lutero adaptó a estas melodías letras apropiadas que en muchas ocasiones no eran sino traducciones al alemán de antiguos himnos latinos, abriéndose posteriormente a utilizar poemas en alemán. El no tuvo ningún
reparo en remodelar los cantos litúrgicos latinos, Salmos y pasajes bíblicos haciendo con ellos himnos para el uso de la iglesia alemana.
La música protestante en busca de su lengua. La participación vocal activa de los fieles en el culto constituye uno de los motores principales de la Reforma.
En Estrasburgo, desde el comienzo de la Reforma, Martin Bucer, el reformador local, marca la tónica en estos términos: “No admitimos ninguna oración ni ningún canto que no sea tomado de las Escrituras, y, pues oraciones y cantos deben contribuir a hacer mejores a las gentes, sólo permitiremos la lengua alemana, para que el laico pueda decir “Amén” sabiendo lo que dice”.
En la Suiza alemana, Ulrich Zwinglio se pronuncia también a favor de la lengua vernácula en la liturgia y en las ceremonias.

Juan Calvino, en lo que respecta al culto en lengua francesa, incorpora las ideas de Martin Bucer; quiere que “las oraciones se hagan en lengua común y conocida del pueblo” y añade: “porque un pardillo, un ruiseñor, un papagayo,
cantarán bien, pero sin comprender lo que cantan. Sin embargo, lo propio del hombre es cantar sabiendo lo que dice” (1542).
En Inglaterra, el salmo se canta, en lengua inglesa, al final del servicio anglicano, según las instrucciones siguientes:”(En ese momento) todos los que están especialmente designados entonan, con dignidad, un salmo en lengua común; toda la asamblea se une al canto con la misma dignidad, de forma que todos los que conocen la lengua puedan comprender con facilidad todo lo que ha de ser cantado.”
Juan Sebastián Bach. Fue uno de los mayores genios musicales de todos los tiempos. Su obra es inmensa y abarca gran cantidad de géneros, aunque siempre acorde con la fe que lo inspiraba. Compuso en un estilo vanguardista
para su época, pero con una maestría y un lenguaje complejo y a la vez accesible.
Era un adolescente cuando se transformó en un virtuoso del órgano. En 1703 lo tocaba en la ciudad de Armstadt.
Su vasta obra musical contiene una gran cantidad de cantatas compuestas para ser usadas en el culto luterano. Compone un total de ocho ciclos completos, de 58 cantatas cada uno, para las celebraciones del año litúrgico, un total de 464, de las cuales se conservan solamente unas 250. Compone también algunas misas, la más célebre la Misa en si menor y varias Pasiones, obras que consisten en la representación de la pasión de Jesucristo, comentada con arias, coros y corales. La más conocida, considerada por muchos su obra más importante, es la Pasión según San Mateo.
Bach es un renovador de la música fijando la escala musical hoy conocida. Su obra El Clave bien Temperado (o Afinado), establece hasta la actualidad la escala de 12 notas. Inventa un género musical netamente protestante: el coral, utilizado para el canto congregacional. Sus cantatas y pasiones incluyen corales en los que la congregación se unía al canto. Muchos de los himnos que hoy se utllizan en la iglesia, están compuestos en forma de coral.
Pueden mencionarse otros autores de la época, como Jorge F. Handel, creador del famosísimo oratorio El Mesías, y muchos más, pero por la necesaria brevedad, sólo lo mencionamos a él. Muchos otros autores componen música
para la iglesia protestante. Actualmente esta música, compuesta para ser utilizada en las iglesias reformadas, se escucha mucho más en las salas de concierto, olvidándose en muchos casos su destino para el culto cristiano que las
inspiró.
Aportes de la Reforma a la música. Para la música litúrgica la Reforma de Lutero significó un gran cambio en varios aspectos. Trajo puntos de vista diferentes en la música destinada al culto a Dios. El principal fue la participación de los fieles en el canto religioso. En los primeros años de la cristiandad (estamos hablando del siglo primero después de Cristo), los fieles intervienen en el culto, en cuanto al aspecto musical se refiere.

Con el paso de los años, esta labor se reservó a sacerdotes o a músicos profesionales. En la reforma se volvió al estado anterior. Lutero quiso que los fieles intervinieran, lo que trajo además una simplificación de la música para
que fuera más accesible a todos los intérpretes. Y aún más importante, la traducción de los textos eclesiásticos a la lengua vernácula, en este caso, al alemán. Se le quitó la importancia al intermediario y ahora el culto era más una
experiencia entre el fiel y Dios.
La música en la Iglesia después de la Reforma Protestante.
Con posterioridad a los procesos de la Reforma y la subsiguiente reacción de la Iglesia Romana, puede decirse que coexistieron dos modos diferentes de utilizar la música en el culto cristiano. Las iglesias litúrgicas, llamamos así a la Católica romana y a las Ortodoxas orientales, mantuvieron la especialización del canto litúrgico, utilizando coros de monjes para entonar los distintos cantos utilizados.
En la iglesia en occidente se desarrolla el canto llano o gregoriano, prácticamente hasta nuestros días; y las iglesias orientales mantienen las antiguas formas musicales propias de su liturgia. Por su parte las iglesias reformadas y las que se suman al proceso reformador, mantienen y desarrollan el canto congregacional, componiéndose multitud de himnos y cantos espirituales para su utilización en el culto y las diversas actividades de la Iglesia.
Carlos Wesley, poseía una gran habilidad para la composición poética, atrlbuyéndosele la composición de más de seis mil poemas. Muchos de ellos fueron musicalizados para el canto congregacional; algunos de ellos muy
conocidos y todavía cantados en las iglesias evangélicas. Son notables “Cariñoso Salvador”, “Oíd un Son en la alta esfera” y “El Señor resucitó”, por mencionar sólo tres de los más conocidos.
Debemos también mencionar el auge del movimiento misionero durante los siglos XVIII y XIX. Este movimiento de difusión evangélica también se apoyó en la música, componiéndose infinidad de himnos y cantos de contenido misionero y de llamamiento a aceptar el mensaje cristiano.
En las colonias inglesas de norteamérica surge en esta época, una forma musical que tendrá una gran repercusión en el futuro de la música evangélica. Los esclavos en las colonias inglesas fueron evangelizados, convirtiéndose muchos
de ellos. En sus cantos de alabanza y adoración, expresaban su triste condición en la que eran forzados a trabajar sin casi descanso.
En esos cantos se expresaba también la añoranza de la patria perdida y el anhelo por llegar a la Patria Celestial. Estos cánticos se conocen como espirituales negros, “Negro Spirituals, los cuales fueron la fuente donde bebieron otros
géneros musicales como el Jazz y el Gospel moderno.
Los títulos de las canciones muestran el sentir de sus autores e intérpretes en medio de tanta penuria: “Josué peleó la batalla en Jericó”, “Ve Moisés y dile a Faraón”, “Nadie sabe los problemas que veo”, “Escucha, Señor, el llanto de tus
ovejas”, y muchos más que hablan de la obra de Dios, la ayuda que les ofrece en su triste situación y el final de ésta cuando se encuentren con el Señor al “cruzar el río”.
Ponemos como ejemplo “Sometimes i feel like a motherless child”, “A veces me siento como un hijo sin madre”; que expresa como el autor se siente huérfano, lejos del hogar materno. Lo escuchamos en la voz del magnifico y famoso bajo negro, ya desaparecido, Paul Roberson, que expresa muy hermosamente la melancólica nostalgia del esclavo. Es un género musical que vale la pena conocer y apreciar.
También en el siglo XIX y XX, se produce el nacimiento y auge del movimiento pentecostal o de renovación carismática, que imprime una dinámica musical que exalta el papel del Espíritu Santo en la vida de la iglesia y los creyentes; alcanzando a las iglesias tradicionales, incluso a la católica Nuestros días Hoy, como siempre, las iglesias siguen cantando. Pero ya no sólo con sus formas y cantos tradicionales, sino que los nuevos tiempos han aportado nuevas formas y maneras de utilizar la música en la iglesia. Haciendo caso a la recomendación del Salmo 150, hoy en las iglesias se utiliza toda clase de instrumentos para el canto de alabanza a Dios, y los nuevos pueblos y naciones convertidos al Evangelio, aportan sus maneras culturales a la adoración. Así, podemos escuchar los ritmos y formas musicales más variadas.
El ministerio de la alabanza, como frecuentemente se le denomina, constituye un factor educativo para feligreses con educación formal mínima. Además, se ha reincorporado la Biblia, a través de lo que se utilizan en los cánticos y la
prominencia de los Salmos.
Muchos cantantes populares de éxito, como Juan Luis Guerra, han creado hermosos cantos de alabanza y adoración utilizando las formas y ritmos populares del momento, muchos de los cuales, enfatizan esa relación personal
con Cristo.
Entre los ministros de la música se cuentan a Marcos Witt, hijo de un misionero, con sus  Producciones CanZión. Witt tiene su propia congregación, una escuela de ministerio musical, producción de discos digitales, pistas para
cantantes y libros sobre el ministerio musical. Incluso, ha ganado premios nacionales en el mundo musical secular. El cántico de Marcos Witt “Renuévame” es prominente en el llamado a la conversión y la reconciliación en las iglesias evangélicas.
En España Miguel Cassina, predicador y cantante mexicano, hizo famoso el cántico, “Quiero Levantar Mis Manos”, que ha recorrido todo el mundo hispano.
Wisón Torres, Jr. y su esposa Leyda Colón, fundaron el ministerio musical “Peregrinos  y Extranjeros”, muy reconocido en el mundo hispano.
Por la necesaria brevedad del tema, es imposible añadir una lista de los innumerables autores que en todas las latitudes están poniendo sus dones al servicio de la proclamación del Evangelio de Jesucristo. Pero no podemos dejar de mencionar al evangélico Steve Greene que su canto conocido como “Un vaso Nuevo”, manifiesta el mismo espíritu de comunión y entrega a Jesucristo.
Sin embargo, también vemos tendencias que entendemos pueden ser perniciosas en cuanto al uso de la música de la Iglesia. Actualmente ha surgido un nuevo género musical denominado “Gospel”, palabra que significa “Evangelio”, originado y difundido entre las iglesias afroamericanas en el sur de los Estados Unidos; en el cual la música tradicional de las iglesias evangélicas, se adapta a las formas y ritmos propios de los “Negro Spirituals” y otros géneros musicales como el jazz, y que generalmente se cantan en inglés, pues las traducciones no les hacen mucho favor.
Incluimos como ejemplo el muy famoso “Deep river”, que muestra el anhelo del negro esclavizado de cruzar el río para, por fin, llegar a la tierra de libertad junto a Jesús. Tal ha sido el éxito y popularidad conseguido por el “Gospel”, que ha llegado a los escenarios de teatro y a los filmes de Hollywood, lo cual hace del género un espectáculo más, desvirtuándose su carácter original de alabanza a Dios, enfatizándose más el aspecto interpretativo, musical y coreográfico.
El fenómeno no es nuevo, pues lo mismo ha ocurrido con la música de Juan Sebastián Bach y otros autores de música cristiana, hoy mucho más interpretada en las salas de concierto que en las iglesias.
La proliferación de autores e intérpretes hace, además, que las nuevas canciones sean más apropiadas para ser cantadas por solistas o grupos, pues las melodías generalmente no se adecuan al canto congregacional. Otro aspecto que nos preocupa es la estética de los “Conciertos de música de alabanza”, cada vez más semejante a la caracteristica de los conciertos masivos de música pop; con sus cientos de decibelios, las luces, el humo, etc. También en esto es pertinente la recomendación que el apóstol Pablo hace a los cristianos en Roma.
Las nuevas tendencias en la música protestante han provocado polémicas y desafíos en las iglesias. Aún las mismas iglesias que aprueban el ministerio de la alabanza como central en la vida y la experiencia cristiana cuestionan algunos de los excesos y desviaciones que se experimentan en sus congregaciones.
Aquí se pueden apuntar algunas cuestiones que ameritan ser evaluadas y examinadas. Una cosa es renovar la música y su lugar en el culto, y otra muy distinta es caer en la anarquía, la desarticulación teológica, la confusión doctrinal y hasta la herejía. Por otro lado, la mayoría de los cánticos producidos por el movimiento de Alabanza y Adoración ponen un énfasis desmedido en el individuo, dejando de lado la importancia del carácter comunitario de la vida en
la fe, como destaca el Nuevo Testamento.
Cuando se considera la importancia de la adoración cristiana hay que recalcar quién es el sujeto central de la misma: Dios. En este sentido hay dos cánticos evangélicos que reflejan de un extremo a otro la importancia de que Dios sea el centro de toda adoración. De un lado tenemos el himno clásico de la Reforma Protestante, “Castillo Fuerte Es Nuestro Dios” de Martín Lutero y del otro, “Quiero Levantar Mis Manos” de Miguel Cassina.

Las iglesias protestantes evangélicas han aportado con su música una dimensión fundamental a la adoración cristiana: el cántico congregacional de un pueblo adorador. La creación de una expresión comunitaria en la alabanza es su aportación más distintiva a la música cristiana.
Esperamos que lo limitado del tema, pueda servir para apreciar el testimonio que, por medio de la música y a través de los tiempos, la iglesia ha dado con gozo y alegría por la redención y salvación otorgada al hombre por medio del de Jesús en la cruz. Que siempre sigamos asi, apreciando el testimonio de quienes nos precedieron en la fe y continuándolo para las generaciones futuras, hasta que todos juntos, allí en la Gloria, cantemos sin cesar al Cordero que está en el Trono.

Manuel Díaz Pineda, Ph.D.

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